viernes

Inteligentudas se encontraron
Una se sabe inteligente y se teme inteligentuda, por eso trata de evitarse en esos recodos del temor disfrazado de relajadísmo cuasi interesante. 
Claro, las que sólo se creen inteligentes pero no lo son, no le temen a su inteligentudez generalmente son calmas y pocas veces se ponen en juego. 
Son desagradables. 
Las inteligentudas son rabiosas y todo el tiempo están en juego, se les salta la mecha y empiezan a tropezarse con sus propias palabras, esos conceptos a los que se aferran porque sin ellos, se muestran permeables.
Me gusta ser permeable, aprender, abismarme.
Me gusta mostrarme así, pero en ocasiones una cucaracha caminando por mi codo me recuerda que no soy solo una, ni la otra, ni mucho menos que ninguna, ni mucho más que alguna.
Soy de barro, animal.
La lógica se me diluye entre las manos cuando alguna voz aplica sobre mis palabras esa dosis de dulzura que tanto me cuesta recibir.
Es ahí donde me enmascaro, dónde la licenciadita inteligentuda me esconde, me tapa, me aísla y me deja sola en una calle,
masticándome.