miércoles

Desatenta



A veces no te piden permiso e irrumpen.
Personas que no encajan en tus preceptos, quienes si estás atenta ni mirás, porque los bardos te impiden despegarte de las paredes que salvan.

Sin más consentimiento que una invitación alcoholizada, una mañana vuelta llegada a una casa que no era la mía, compartimos libertades.

Por las dudas que el inconciente brotando por el vino apareciera, moví mis pestañas y pregunté con sorna tu nombre después de varias horas y demasiados besos.
Esos que nunca deben existir cuando la casualidad se vuelve sexo. 

Estoy perdiendo las mañas, pensé.
En retirada no pude disimular el desconcierto.
Me dejé ver demasiado y volviste.

Juego de cosificación que no funcionó, no me lo creíste.
Golpes bajos.

Te presentás con la seguridad del observador y con la pericia del que no practica sino que vive los vínculos como posibilidades.

Y acá estoy, debatiéndome entre esperas.
La que me incita a pensarnos como un juego real y la que me detiene convencida que desaparecerás pronto, con la justificación de mis inadaptadas ansiedades favorables a la soledad que sostiene punzantes arrebatos protegiendo mi vulnerable corazón acorazado.
Cobardías que aún no descubro en tu cantar tranquilo
pero seguro tendrás.

  

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