Juan come solo. Aunque podría hacer uso de su pequeñez para cobijarse en un mimo tierno que junto con una canción alusiva le permita vivir el momento de la cena como un encuentro.
Juan llama al chupete mamá. Escucharlo con su mirada demandante y temerosa me petrifica.
Sostengo mi bronca y lágrimas que no dejo asomar para no profundizar la triste realidad de Juan al presenciar mi lucha con su madre, que no es su mamá.
Ese lugar lo ocupa el gastado elemento de goma.
Me quedo poco tiempo, estar más en esa escena interpelaría mis batallares diarios contra la desidia logrando herir a quien no quiero, por errores que no puede dejar de cometer.
Madre está perdida. Padre obstinado y pedante no puede resolver su rol más que violentándose indiferente. Ocupan su lugar con pequeñeces en vez de otorgar un hogar a sus pequeños.
Juan come solo, porque la herencia le ha otorgado el rol de hermano. No es en primera persona, sino en referencia a quien sí consigue en la cena las miradas y atenciones. Aquel que ya no cumple con la edad para recibir en su boca la embestida de comida entibiada y cortada para que aunque sea de a porciones breves logre incorporar en su cuerpo desorganizado el alimento recalentado. Mientras Juan con una mirada comprensiva les regala una mueca sonriente liberando a padre que se queda tranquilo y sosteniendo firmemente a madre, ayudándola a ser mamá de otro.