Antes, idiota
pensaba que los usaba como objetos.
Los trataba
así sólo para poner sobre sus cuerpos el aislante perfecto.
Luego
descubrí que la única que se ponía al servicio de su placer era quien les grita
esta noche.
De mí,
nada.
Del placer
propio, sólo ver cómo se estremecían con los tres o cuatro movimientos
necesarios para cualquier temblor de primer encuentro.
De dos,
nada.
Arquitectura
y estrategia.
Ahora busco
el par, aquellos que son sólo cuerpo no me bastan. Quiero dejar de ser cuerpo,
transpirar en un encuentro entregada.
Dejar que buceen
en las huellas, que reclamen la mirada.
El desayuno.
Antes dejaba
mi ser fuera de la cama.
Alguien habrá
disfrutado, no yo.
Dispuesta a
sus reclamos, esos que creía entender, anulé las posibilidades. Decliné en
relaciones infructuosas.
Y si me
preguntan, qué de mí ahí? Nada o quizás todo.
Que es lo
mismo, porque no hay luz sino encandilamiento.
No me veas,
mirá mi cuerpo!
No me veas,
gritá mis manos!
Una vez, intentando
acceder al encuentro cuando ya estabas en mis labios me desconociste.
De dónde
salió este pedido, me preguntaste. De dónde esta necesidad.
Respondí que
de mí, completa y perforada. De mí no todo, ni nada.
De mi con
vos, pero es allí donde no había nada.
No aprendí de
eso y continué entre objetos.
Busque otros,
otras. Siempre igual, la nada y el todo encegueciendo.
Ya no
basta, ya me desnudo con la mirada, en el primer beso.
A veces, me
tiento. Es una adicción ponerme como objeto, ponerte en ese lugar también.
Pero espero
no elegirla, frenar antes. No chocar en el medio de una avenida transitada por
las manos y las lenguas con tu pregunta desconcertada.
Invitarte porque
nada malo hay en mí que no puedas tocar.
Pero ha
pasado el tiempo, no puedo ya.
Nadie me
busca porque soy, me reclaman objeto.
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