miércoles

Nombrándonos como “La Diversidad”, estamos sólo haciéndole el juego a quienes quieren mantenernos en la oscuridad, ahora pintada de colores, pero siempre segregacionista.
El concepto de diversidad sexual, así como el de diversidad funcional, remiten a un posicionamiento ético filosófico sobre cómo pensarnos como humanidad, somos sexualmente diversas(1), somos funcionalmente así, no hay personas más o menos diversas porque de plantearlo de esa manera se está negando la condición de la palabra.
Diversidad en lo sexual implica que no hay un grupo de personas que marquen la norma y otras, en menor cantidad, que van cual espectro diferenciándose en clasificaciones nomencladas.
Ahora bien, ¿por qué si la implementación del término “diversidad sexual” habrá sido pensada de este modo, en el influjo del devenir nos ha nombrado sólo a quienes participamos de formas de afectación sexual que no comulgan con la heterosexualidad? Habrá muchas explicaciones, las que capciosamente consideren que tiene que ver con una capilaridad del poder que sólo incluye para dominar, empodera ficticiamente para anestesiar luchas y por otro lado, desde posturas más alegres podrán plantear que colectivamente personas que por sus elecciones de vivencia sexual han sido perseguidas, asesinadas, vejadas confluyeron en el paraguas de la diversidad para nombrarse desde sí, por lo tanto son La diversidad porque la viven y quien no se sienta diverso queda fuera de sus grupalidades.
Lamentablemente estoy más cerca de la primera postura, si es que tengo que elegir alguna. Por lo general, voy mutando.
No somos minoría.
Es fundante este pensamiento en negativo.
Ser una minoría implica una fantasmática del número, el problema de algunas pocas, la situación de algunas pocas, la forma distinta de un grupo recortable, distinguible y claramente extraño a la mayoría.
Se les puede dar voz, claro. Pero siempre desde su lugar de minoría. Es el cuento de la democracia. No creo en ese cuento, tampoco en que seamos minoría a nivel real (2).
Es probable que nos encontremos en un momento en el cual vayamos a nuestros trabajos, por elegir algún espacio y seamos pocas las que nos visibilizamos o bien vivenciamos experiencialmente la vivencia sexoafectiva por fuera de la heterosexualidad. La existencia lesbiana, utilizando categorías propias de Adrienne Rich (3), queda reducida a un número porcentualmente menor, le podemos sumar la existencia homosexual y se le agrega un poroto y así usando todas aquellas etiquetas que clasifican, segregan y extrañan alienando devenires, podremos ser en un trabajo un ¿15%?, un ¿25%? en otros ámbitos.
Yo no me la creo, lo veo.
No es que esté intentando yo misma hacer una cacería de gente gay para agremiarme, aunque a veces peco de de ello. Sólo escuchando sus alocuciones públicas, se presentan hétero.
Yo no me la creo. ¿Son tantas?
No, sólo son tantas las que no se interrogan, las que no se les pasa por la cabeza, las que fueron programadas desde antes de nacer como mujeres y varones heterosexuales y sólo algunas las que encontramos, creamos o nos inventamos haces de luz hacia la fuga de la mentira. Existen las heterosexuales, claro. Hay, como decía al principio, diversidad sexual.
No soy quien la niega, soy quien no quiere comerse el verso de la minoría.
Ayer en una charla con una amiga, sin pensarlo demasiado me surgió en palabras: tal vez existen a nivel histórico, pero a nivel pulsional no somos minoría. Cualquiera con la mirada puesta en la grieta de las fugas, cualquiera que haya intentado transitar devenires en fuga ha creado en sí una sensibilidad y las ve, las registra. No estoy diciendo nada nuevo, sólo hablo del famoso “radar” que todas conocemos.
Para ir cerrando, se me hizo más largo de lo que esperaba, considero que en este día mundial de la diversidad sexual las que vamos a festejar somos aquellas que conocemos lo que pasó en los “disturbios” de Stonewell, sin embargo sepamos que embanderamos una causa que por su nombre nos nombra como totalidad humana, no como sector.
Lo sé, vivo en un momento histórico determinado y somos la imagen de ese recorte sectorial. Somos miradas como “diversas” por nuestras prácticas, como distintas a lo esperable.
Qué suerte! Qué felicidad! Festejemos!
1. Sí, escribo utilizando el femenino como genérico. No soy muy original.
2. Lo real, lo imaginario, lo ficcional, son categorías en sí complejas y no es el momento para diseccionarlas, permítanme algunas licencias.
3. Adrienne Rich. La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana.

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