Adoptar el
banco de una plaza, pintarlo con firuletes que desdibujen mi dislexia.
Comprender
que la contemplación es parte del sentido.
Dejar la
crítica de lado por un segundo y convertirla en piedra.
Concebirme
Posibilitar
al renacuajo suplente de formas desavenidas que bogan en la corriente, nadan
con ella en estrepitosos bramidos de rebeldía insuficientes.
Poner en un
cantero mis exigencias, que se rieguen de lluvia y metamorfoseen con el sol.
Relajar el
pecho.
Enderezar
la espalda.
Hamacarme
en una sonrisa niña.
Respirar el
pasto recién cortado en un paso manso que no tenga fines ni causas.
Amar
Cantar en
voz alta sin gritar, no pecar de ignorancia. Admitir que no hace falta.
Escucharte
serena, sin sed.
Soportar la
comida en mi cuerpo.
Tocar una
vez más la arena, hacerme milanesa.
Dejar de
ser peón de estancia.
Ser
impertinente.
Leer
Ahuecar mi
cuerpo dándole espacio al rol que no aparece.
Reclamar la
voz como escape
Despejar
risas entre nunca jamases.
Recordar el
tono agudo del sonido y la ironía del contenido en sus palabras
Saldar
cuentas con el presente
Descolgar
las ideas que de tan alto no pueden tocarse.
Fascinarme
sin quedar ciega.
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