Casi sin
prevenirlo, reapareciste en los días que me restan.
Con la
fuerza del que calla, la potencia del silenciado, como un espasmo que de pronto
se presenta, cínico.
Tu recuerdo
se reactualiza, siendo ya no pasado sino temor.
Modos de
enfrentarme al diario con la pesada forma del dolor, sin cesar.
Licencias
que no quiero tomarme, pastillas que me atontan.
Más de lo
usual.
Incluso
conociéndote me sorprendo.
Absurda
huella renga.
La espalda
se llena de aire, el piso me desconoce sin el mismo peso al tambalear ya no me recordaba tan lenta.
Reposo,
descanso impuesto por este maldito dictador que me detiene viejamente.
No es
nuevo, no es más que el mayor miedo que me golpea la puerta.
Tengo que
asumir que en parte te extrañaba, ellos también lo hacían.
Me vuelvo
niña, demanda.
Me vuelvo
tensa, triste.
Incertidumbre.
Los deseos
se pierden sin consuelo por estas calles de la espera.
A quién,
para qué, con qué fines…
Ya no.
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