lunes

Una vida junto al mar

Lo veo solo. Acompañado por mil voces.


Lo veo solo.


Eligiendo sostener su caminar sobre la arena que lo vió crecer a él y a muchos quienes con el devenir del tiempo eligieron otras rutas aún sabiendo que aquí encontrarán su nunca-jamás.

Tato un día se quedó un día mas en su pueblo que amanece con olor a mar.
Se quiso probar a sí mismo que Marzo tenía una magia especial,
que sólo podía descubrirse aumentando su mirar perdido en las olas.
Siempre acompañado por el humo de su amigo más fiel.

Tato volvío a la rutina pero nunca dejó su paz marina.

A los pocos meses el sol aumentabla su presencia en los días dictaminando la llegada de la excusa que lo acercaría a su lugar de arrullo.
Verano.

Tato un día se quedó un día más.
Abril y Mayo pasaron volando marcando en su piel el destino buscado.
Volvío pero ya no pudo quedarse.
Su mirada se enturbiaba caprichosa exigiéndole ver diariamente al mar.

Ese que combina con sus ojos. Ese que los toma cautivos por inmensidad de momentos.

Esta vez el verano comenzó en primavera y logró ver el relucir natural del verde en colores.
Destellos de luz en atardeceres solitarios
como los que Tato busca, como los que necesita para soportar a la sociedad.

Ajeno.
Ese calificativo lo describe en su transitar cotidiano.

Inútilmente intento esquivar su persencia.
Tato tiene esa característica que me obliga a trabajar, esa emergencia que invade las venas y me detiene.
Analizo, convocada.

Tato un día se quedó un día más
quiso saber cuánto se enoja el mar en Julio.
Previno Junio y sostuvo entre pinceles Agosto.

Tato un año se quedó un año más y fueron tres y cuatro.
Veía pasar invasivos visitantes.
Algunos añoraba, otros con su presencia oportuna en los días previstos le recordaban las razones de su elección, las causas de su soledad ajena.

Un día llegué a su lugar que también es un poco mío y lo ví.
Creo que como nunca antes lo entendí.
Tanto como a mi sensación eterna al toparme con su alienación enmascarada.
Soledad enajenada.
Coincidencia con mis rumbos perdidos por caminos de los que sólo llevan a Godot.

Ese día lo vi, cercano a su cigarro.
Sin mas ropajes que su humo.
Allí, ese día no volví a sentirme convocada
comprendí que mi trabajo estaba hecho.

Tato una vida, se quedó una vida
junto al mar.

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