miércoles

Adición y adicción

Cuando el alma decide esconderse, no hay manera de encontrarse.
Por el mismo hecho del amor, que no avisa ni suspira aires que no le pertenecen.
Ya la luna me ha enseñado que al llenarse me invade la electricidad, el pensar desordenado.
El penar entre preguntas.
Se escabulle la respuesta ante mi deseo de partir.
Ya lo sé, no debo.
Este corazón que no me escucha y lucha incesante con peleas ya perdidas.
Estas ganas de correr en dirección contraria al dolor y estas canas que no aprenden a leer las experiencias.
Otra vez, estoy en la misma piedra. Con el mismo dolor cervical.
En la misma posición expectante.
Una más, me expongo.
Entrego sin pensar consecuencias porque sería hipócrita conmigo misma.
Despojo, ya he escrito esta palabra.
Te miro, te entiendo pero ya no debo acompañarte. Lo se, no debo. Aunque mi piel reclama tu caricia.
Mis huecos tu presencia.
Ya no debo, por amor. A mí.
Ya no debo, si es que te amo, si es que sé lo que eso significa. Ya no debo.
Me entrego a beber sin freno. Allí te entiendo, en el mismo hedor de tu ausencia, en el mismo hedor de tu adicción.
Allí, donde yo también me adiciono a eso, donde yo también peco de cobardía y me conocen los miedos, compromisos caducos, inconclusos, dónde me conoce la imposibilidad.
En ese lugar te espero siempre, para convocarte en una inocente mirada en la que sólo vos y yo sepamos que el “nosotros” es más que vos y yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario