miércoles

Lábil como arena

El momento que divide el desconcierto de la certeza inestable, esa que empuja a seguir adelante, es tan efímero.
Tanto ésta noche de otoño que pareciera irreal. Sin embargo, sucede.
Lo siento.
Tan dura la caída que al acomodarse dos ideas las demás tejen rápidamente redes hacia la salida.
¿ya te olvidé? No.
Te recuerdo en lo bello y en esas incoherencias mutuas. Los disfraces y el mambo grosero al que intenté con todas mis fuerzas parecer crédula.
Y lo creíste, me creíste.
La verdad, al mirar de ojos nuevos pude engañar pero los que conocen mis modos no sucumbieron ni un instante. Las mismas mañas, decían. Las mismas mentiras.
Una semana colibrí, nada más.
Una semana y así fue.
Una semana para darme cuenta que eras el velador de la mesita de luz, la foto para la familia.
Fue un traspié. Esos que suelo tener cuando muestro sólo la mugre de mí. Cuando me expongo y te pongo como objeto.
Perdón.
Porque no fui sincera. No fue con vos.
Me animo a decir que después de aquella oscuridad que me impusiste al insultar mi luz nunca más volví a vos.
Aquella semana de ansiedad era conmigo, por mentirme nuevamente.
Por sujetarme a un estereotipo del que ninguno goza al participar.
No obstante una foto se me viene a la retina: dos cepillos de dientes entrelazados emulando una pareja.

Sólo fuimos arena y aunque amo la arena que me seduce hasta encapricharme es tan lábil como el “nosotros” que claramente nunca existió. 

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