miércoles

Al menos para escuchar mi voz

No te espero, pero de alguna casual manera arreglo mi cabello.
Tengo un optimismo moribundo que alimento en soledad
Qué grande es esta palabra: soledad.
Hasta su sonoridad le pesa, ¿tanto puede pesar una desinencia?.
No te espero, pero de todos modos estoy despierta. No concibo el descanso como opción.
Nauseabunda declinación de sabores que desestimo.
¿Qué es una oportunidad para quien no la espera, no la desea, no la percibe?
La nada, ni un suspiro, siquiera un escalofrío. Nada.
Y yo que no te espero, pienso tanto en vos que te invento.
No quiero  que vengas, tan sólo deseo la posibilidad de escuchar mi voz hablando con otro que no conoce más que al personaje, ese que también soy.
No sos vos, es mi voz a la que espero.
Tal vez sea eso la soledad, el sentir al impaciente deseo de uno mismo siendo para otro porque el “conmigo” aturde.
Son demasiados caminos en la perplejidad de la urgencia que se detiene con el emergente contexto incontenible, inconcebible.
Tan sola, aun acompañada. Soy sólo mi voz hoy, esa que no escucho.
Concentro mis fuerzas en ella.
Es verdad.

Por eso te elijo aunque no te espero. Porque no me  importa la compañía de tu ser solo me interesa tu mirada profunda y gris que renueva mi voz atontándote en historias que te atraen al escuchar.


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