Ese frío
que recorre el cuerpo al despertar.
El que no
se aplaca con un mate caliente, porque mientras lo preparas se vuelve firme.
Está ahí, luego se esconde.
Al
despertar siguiente, despierta contigo.
Ese frío
recorre la realidad, la soleada soledad queda al descubierto como comedia
siniestra.
Aquí se enfrenta a un
silencio mortífero.
Nadie a
quien saludar siquiera.
Varias
horas pasan desde que el pie izquierdo tocó el suelo, aún la garganta no ha
emitido nada. Sólo ingirió: dentífrico, agua, infusiones, humo, saliva.
Soledad.
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