miércoles

Las historias no terminan

Las historias no terminan, se superponen y en el mejor de los casos se suceden unas a otras.
Esta historia quisiera un final. Pues no lo tiene.
Papeles, firmas, desprendimientos. Despedidas, enojos, alejamientos que ignoran.
Intentos de captar el temblor de un amor, el abrazo que enérgicamente fortalece.
¿Cómo deshacerse de aquellos momentos?
No me resigno a pensar que las historias terminan.
Cambian.
Las personas si, nosotros terminamos de ser unos, pasamos a ser otros.
Desconocidos.
Es un trueque interno, un mal menor, un crecimiento desesperado, un desengaño, una apuesta. Un avance, una perfecta reflexión en el mejor de los casos
En algunos momentos la disipación nos ata a los recuerdos porque ya no hay hoy y el presente no acepta resignado al pasado sumergiéndose en recuerdos que pierden nitidez.
No, las historias evidentemente no terminan.
Veo, escucho y siento cómo se las nombra y reactualizan el sentido.
La memoria se disfraza y uno recuerda sólo lo que en el momento necesita, será tal vez lo bueno, será parte de lo malo, simplemente ese momento que te decidió.
Tanto cuesta pensar en finales que ni uno para este escrito me sale.
Sin tapujos me dispongo a encausar modos ensayando un preludio de palabras que te olvidan.

Es la forma que tengo de cerrarte la puerta, historia infinita que sólo presenciará días como anécdota en el mareo cotidiano del mar que me puebla las palabras.  

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