lunes

Desplegando arsenales

- Hace mucho que no beso

Así comenzó la conversación con Mariana.

Claramente la frase fue enunciada por su bella y barrial boca, la mía andaba besando pueblerinas por ahí. Locas bocas de pueblo como las que se amontonan con el viento en la puerta.

-         Lo solucionamos en 5 segundos, le propuse.

Pero Mariana tenía otros planes.

Contarles como es ella es difícil, incluso para el desproporcionado caudal de palabras que se me entorpecen en la zurda. Mis artilugios no funcionaban con ella. No conocía ninguna de mis banderas ni siquiera muchas de mis palabras.

Diferencias de universos vocabulares.

Mariana es una niña pequeña, abrumada y sorprendida dentro de un cuerpo que lleva demasiado tiempo en este mundo al que recién ahora logra enfrentarse. De todas maneras, de pequeña sólo tiene la mirada ingenua porque el rededor de sus ojos ya tiene marcada la piel con más de cinco líneas.

La forma de caminar Mariana se merece un escrito aparte. Sólo diré que parece tan presumida y vanidosa que se lleva el mundo por delante y la mirada de muchas por detrás, tal vez patea al mundo para no tener que hacerle frente.

Quiere verme pero no me besa, sin tener la más minima idea del esfuerzo que hago por no lanzarme agazapada en sus tatuados brazos que me emboban y casi me hipnotizan.
Luego recorro su cuerpo que por sus anchas ropas deja entrever la piel y descubro más impresiones, mas tinta.

Linda y tatuada Mariana.

Mariana me desconcierta y eso me mantiene ocupada.
Me llama, me lleva, me trae, me busca, me frena.

Mariana es tan bella, tan diferente a mi, tan distinta a Paula.

Mariana y yo bailamos cumbia. Ella no comprende a Charly y yo no conozco siquiera el nombre de las bandas que escucha.
Pero compartimos la cumbia.

Varios años de vida me lleva, kilómetros de sufrimientos me parecen.
Le falta en los ojos esa mirada lateral que me daría la señal de que ya no pertenece a este mundo neuro. Aún se ancla.
Mariana tiene una sonrisa curiosa y teme que la lastime.
Basta!! No se por qué se queda con la imagen fatalista, debería darme algo de crédito. Ya gaste mis suelas, mis horas con el mate y mis manos en su pared. Ya dormí en su sillón y acompañé su despegue.
Algo de confianza merezco.

Mariana desaparecerá de mi vida y me quedaré con su remera hecha a mano.
Me diluiré en sus días pero mi recuerdo quedará pintado coloridamente en la fachada de su casa, mural inoportuno que verá día tras día recordando mi insistencia, mi compañía y mi retirada.

martes

Ritual de traspaso

Y para culminar el rito de traspaso, se compró un gato.

Cuando Paula decidió que debía que abandonar su personalidad porque se le dificultaba ser vista por el grupo al que creía pertenecer por determinadas elecciones, realizó toda serie de rituales que le permitirían evidenciarse.
Analizó detenidamente a sus referentes cercanos, notó que todas se parecían. El primer paso fue mirar embobada a la destinataria de sus suspiros, anotando en un cuadernito para después conversar acerca de las regularidades relevadas, vicios de cientista social. 
-Tengo que inscribirme a clases de cualquier disciplina relacionada con el circo.
Paula era particularmente torpe con sus manos así que desestimó malabares y cosillas completamente imposibles de realizar con ausencia total de control sobre objetos externos a su cuerpo, pensó que tal vez esa noción de “objeto externo a su cuerpo” y “manejo de objetos” se vincularía con alguna de sus elecciones.
Pero volvió a la lista.
Tendría además que tocar un instrumento, eso siempre suma pero en el mundillo pastelero, mas aún. Cualquiera vendría bien, si es uno que pueda transportarse al parque mejor. Así se van dando cuenta, no?
Eligió la melódica. Es linda, pequeña y hay que hacer ejercicio con la boca y tener pericia con las manos, también la ayudaría.
Mientras tanto la miraba, inspeccionaba mis formas. Muy lejos de la mayoría de sus registros alistados me encontraba. Pero sigamos con Paula.
Paula era hija de una intelectual, de su padre nunca supe nada (no caeré en fáciles senderos de baratos pseudoanálisis freudianos y no es porque no adhiera inicialmente a esa forma de mirar al sujeto sino porque sería impropio para este escrito). Ella podía tomarse el tiempo de indagar sobre diferentes artes sin la necesidad imperiosa de trabajar. Para mí el arte era una necesidad imperiosa pero tenía que trabajar.
Destinos.
Paula vio también que la ayudaría cortarse el pelo y no porque le gustara, porque le quedaría lindo o le pareciera cómodo sino simplemente para que se vayan dando cuenta. Algo más del rito.
Había muchos ítems más en la lista.
Debería, porque en el mundillo todo está relacionado con el deber, manejar determinados términos en ingles, conocer algunos lugares recónditos y fiestas donde nadie va pero todos se encuentran. No podría ayudarla en esa empresa pero haciendo uso de mi buena memoria recordaba cada uno de los lugares que nombraban ciertas personas y personajes. Luego los buscaba para ofrecerle a Paula una grilla de espacios y una guía de lugares a visitar, haciéndose la que ya los conocía.
La acompañaba a veces, otras yo iba sola. Gritando con mis formas a viva voz que nunca había ido, que no tenía idea de las reglas, así era yo.
Me divertía además, verlas segregarme por no parecerme a ellas cuando tantas veces las oí sufrir por discriminaciones ajenas.

Un día llegó Paula a casa, como de costumbre conversamos sobre tres o cuatro temas paralelamente sin interrupción y saltando de uno a otro sosteniendo el anterior en pendiente. Mientras tanto, como tengo la necesidad de incluir a mis charlas movimientos, estaba preparando algo para comer por lo general es un revuelto de algo. Abrí la heladera y saqué un pedazo de pollo. Ante tal acción Paula me dijo que para ella lo hiciera sin animales porque a partir de ahora era vegetariana.
Mi carcajada más chica se escuchó hasta el 4to piso. Cuatro pisos de risas por las escaleras que recordaban nuestros asados y los domingos en la costanera con Fernet y bondiolapan.
Ahora Paula se convertiría en vegetariana y comprendí que era parte de su lista de pasos para su rito de traspaso. No tenía ni idea de las necesidades del cuerpo, de las dietas que hay que seguir para estar saludable siendo vegetariana pero ella lo había decidido y así lo iba a hacer. Pensé rápidamente que en unos meses ya no podríamos intercambiarnos ropa, Paula iba a engordar comiendo fideos con manteca todos los días.
En suma, ya Paula era un vegetal pero no se contentaba con eso. Comenzó a sentir culpas por no ser vegana, me llenaba de panfletos, excesos y fanatismos la casa intentando que yo entendiera que comer animales y derivados esta mal. La verdad es que aunque como poca carne, no me siento culpable por ello. Me siento más culpable por usar ropa de realización industrial que cortan y cosen hacinados miles de trabajadores esclavizados en Flores, por ejemplo.
Paula durante un mes fue vegana, o por lo menos eso embanderaba. No se lo creí demasiado, para mí a los fideos le ponía manteca.
La cuestión es que como la cocinera del grupo tuve que evitar la carne en todas las comidas y aunque a mi no me costó casi nada a Paula no le gustaban las verduras y pasó de comer tomate y lechuga a toda una cantidad de colores y sabores que desconocía. Fue positivo. Durante su etapa vegana no la acompañe en las recetas, me era muy difícil. Comimos ensaladita, bajamos algunos kilos.
Con todo, aun no se habia cortado el pelo y seguía su recorrida por las calles buscando claves que sirvieran a su rito.
Descubrió rápidamente que debía vaciar la mitad de su cajón de corpiños y bombachas. Los primeros eran casi una mala palabra, era la opresión del hombre en nuestros cuerpos, eran incómodos y feos. Aun siendo que Paula no se sentía comoda ni con el tamaño ni con la forma de sus tetas armó una bolsita con todos sus corpiños, los de colores, los a lunares, los con florcitas y me los dió. Buenísimo.
Ahora bien, este despojo le trajo como consecuencia que muchas de sus remeras se volvieron inusables. Indeseables. Indecorosas.
El decoro yo lo había perdido hace rato, pero Paula se sentía incómoda con ciertos ropajes así que como podía comenzó a comprarse ropa que combinara con su rebelión contra los corpiños. De todas maneras, algunos deportivos míos le quedaban bien así que hicimos cambiazo, total ella estaba en un período de llenar casilleros, yo podía bancarme el aro del corpiño algunos días y usar mi ropa sin corpiño otros.

Pero un domingo se fue a la banquina. Pisó el pasto y derrapó raudamente.
No les conté, pero Paula y yo hacíamos danza de chiquitas y de adolescentes y de grandes. La danza era nuestro cable al vuelo, la danza nos unía y nos liberaba. Pero también la danza nos disciplinó el cuerpo y algunas costumbres como por ejemplo la depilación constante. Vivíamos en baños y vestuarios, sacándonos la ropa y poniéndonos mallas, medias, por lo cual siempre estábamos depiladas.
Por mas que no fuéramos a danza actualmente, la costumbre queda. Pero abrí el cuadernito de Paula y noté que en su lista había escrito que tendría que abandonar su tan amada costumbre depilatoria porque eso la convertía en una traicionera a la causa. Ya me pareció demasiado entonces le dije que no hacia falta, que ella era hermosa y que si quería sacarse unos pelos no iba a decepcionar a nadie. Tal vez sí podría relajarse un poco con la conducta cotidiana, pero abandonarla me parecía excesivo. Todo bien con la elección de cada una pero pensaba que muchas de las chicas que elegían no depilarse eran rubiecitas y no se le notaban los bigotes como a Paula y a mi. Le dije que claramente si decidía renunciar a ese investimento cultural debería soportar mis risas cada vez que le viera asomar sus pelos por encima de los labios.
Ahí entraron en juego mis ideas, mis mambos y mis ganas de acelerar este juego que no le serviría a la vinculación real con su ser. Fue un alivio para ella que con sus ojos enormes intentaba pedirme refugio.
Me propuse no intrometerme mas, dejarla hacer su recorrido, esa era una intervención que ya me ponía en un lugar demasiado fuerte y prefería dejarla caminar por sus rutas, solo la acompañaría mientras saltaba por las mías.
Llegó un momento en que Paula cansada de que los intentos por demostrar sus deseos de bucear en bocas y cuerpos femeninos sean infructuosos vino al parque suplicándome que la acompañara a cortarse el pelo. Yo sabía muy bien que esa compañía que reclamaba no era sólo física ni emocional, ni siquiera era un pedido de permiso como muchas veces Paula hace. Era una demanda adolescente de empatía efectiva y ya habíamos abandonada esa etapa hace años. Me estaba pidiendo claramente que me corte el pelo yo también.
No podía negarme a un pedido de Paula y ella se abusaba. Sin embargo, esto era pasar un límite, me opuse un par de semanas. Luego accedí.
Mi falo y el de ella serían cercenados juntamente un lunes por la noche en las manos de un compañero de esquinas.
Así, horribles y cortadas, caminamos sesenta cuadras duelando nuestros rulos.
Las mechas cayeron y me sentí aliviada. Ya por este año había cumplido en reponerme a ciertos miedos y rebatir algunas marcas. Pero este escrito es sobre Paula.
El pelo corto le quedaba hermoso, ella es una persona bella en busca de la renuncia a su personalidad. Ese sí que es un pecado pero no soy quien para juzgarla. El pelo crece con el tiempo.
Otro día me preguntó por qué no teníamos apodos.
-Ay Paula ¿Otra vez con la lista?
 -Si, es que me resulta extraño que casi todas tengan uno. ¿Qué onda?
 -No se Pau, problemas con la identidad, quedan como raras, únicas. A la gente que no le sale distinguirse simplemente por su ser necesita toda serie de adornos y decoraciones para existir. No se Pau, ¿querés conversar sobre las determinaciones y las marcas subjetivas que implica la elección de un nombre dentro del entorno familiar y el uso de él para la socialización o preferís que volvamos a los 14 años y pensemos cómo nos decían? Ella sabía que la primera opción era mas divertida y podríamos estar horas conversando, pero eligió la segunda, así podría continuar con sus casilleros a llenar.
A mi me llamaban en algunos rincones del barrio “la turca”, por varias razones. Pero por favor no retomes ese apodo porque me acuerdo del turco y me dan nauseas.
Igual no era algo extendido. Y vos Pau, siempre fuiste Paula, entero. ¿Tanta lucha para que no te dijeran Paola y ahora te vas a poner un autoapodo?  Ponete “Soy torta” así ya te dejás de joder un poco, ponete “selva negra”, si sos una torta morocha de chocolate.
Le encantó la idea pero “selva negra” era demasiado autoerótico, así que se quedó con Paula.
A unos meses de su vegetarianismo empezó a engordar y me pidió prestada la bici. Mataba dos pájaros de un tiro. Uh perdón Paulita, amor a las aves, no matemos a los animales ni en los escritos. Quiero decir que con una acción cumplía con dos causas. Sumaba un poroto en la lista y hacía ejercicio para bajar de peso. Torta, si. Pelo corto, también. Sin depilar, a veces puede ser. Pero gorda señorita danzarina, no. Eso sí que no se lo iba a permitir.
Yo me había mudado y la bici no me entraba en el monoambiente así que se la presté por tiempo indeterminado. Como todo lo mío con ella, que no es mío ni de ella. Es, simplemente.
Junto con la bici vino la mochila. Paula dejó en el placard todas sus carteras, sacó algunas mochilas, recobró otras desperdigadas por casa amigas ya que no abandonaría su obsesión por combinar sus ropas con las ahora únicas compañeras de salidas, las mochilas que se apoderaron de su espalda.
Paula se enamoró un par de veces, sacó información de cada una de sus relaciones. Yo otras tantas y disfrutaba mi no conformismo con las reglas. Igual las padecía.
Pau y yo nos alejamos algunas veces porque extrañábamos a la Paula sin máscara, a los días con maquillaje. Nuestra distancia no tenía sentido sólo era una forma de existir sin ser. A veces es necesario.
Amaba los perros pero Paula descubrió algo de la energía felina que la deleitaba.
Pensé rápidamente cómo esos esfuerzos por sacarse femineidad, por taparla claramente estaban haciendo ebullición en sus entrañas y había decidido encausar sus hormonas en un pequeño gato que le recordaba antiguos rótulos que nos perseguían y no éramos inocentes por ellos.
Pero no, la tierna Paulita había relevado que las fotos de muchas de sus nuevas amigas tenían como protagonista o colaborador, como estampa o ventana, un felino.
Paula con esta acción culminó su rito de traspaso y se compró a Nicolás.
Y así fue que entre gallos, una noche en la que el alcohol le había robado la posibilidad de pronunciar las vocales me aseguró que había completado la lista. Ahora podía volver a ser Paula y que se enamoren de ella sin prejuicios.
Porque ella es mas allá de una bermuda, unas clavas y cuatro clases de percusión. Mas allá de un gato, un pelo despeinado de 15 centímetros y un piercing. Más allá de una bici y 2 brócolis. Mas allá de una mochila, un pan relleno y una fiesta en inglés.
Paula es eso y mucho mas, no es todo ni mucho menos.
Paula es, compleja y simplemente.

lunes

Intrusa

No tenía que aparecer nunca.
Fue una idea que no molestaba porque era solo platonismo rondando furtivo en los atardeceres de alguna jornada de esas que no se entiende a los otros, se buscan respuestas simples y recetas mágicas.
Fantasía inconclusa que siempre podría ser porque no era.
Pero apareció
Y ahora cómo hacerse cargo
Cómo enfrentar deseos y plantearlos como reales
Silente
No sé si sabe lo que genera o si no tiene registro
No se animó ni a hablarle
Por qué, si nunca costó con lo esperable
Con ella es adrenalina y angustia
Demasiado 
Diferente 

Círculos huecos

Tras la imagen desarmada de un color taciturno, el falso ganador se desenvuelve a gusto, en un espacio de ficción donde siente la seguridad del encierro que lo calma. Antes existía afuera, ahora ya no hay excusa, simplemente al alcance de su mano aparece ese encierro adictivo.
Tras la ventana, el mundo real es inasible. Dentro es perfecto.
Cuando la realidad lo descubre, sabe que no hay verdad en su acción y que su discurso cae al vacío, es entonces cuando teme, huye, vuelve al encierro.
No es gratis, pierde, pierde y vuelve a perder. Pero sus defensas son altas, ya no registra el deseo, se esconde en esa imagen que lo recubre, lo protege, lo disimula.
Espejo, nada sirve.
Desecho, nada vive.
Refugio, calidez y evitación.

Allí, donde el arte es respuesta y la creación el respiro se siente a gusto el personaje, la persona velozmente desaparece.

Pero cuando el arte no es ni siquiera pregunta, cuando a la creación no le alcanza con respirar, la persona choca, emerge y molesta.
Donde no hay especularidad ni espectáculo, sin espectadores no hay artista.


Qué difícil enfrentarse a ese yo que tanto disimulo y tanto me defiende. Cuantos ríos desandaré antes de que aquella luz no me apabulle.

Cuánto miedo dejarás correr antes de hacerte cargo de la falta?

A mi antojo

5 fotos y una identidad desconocida
5 fotos que no dejan ver más que ese rostro enigmático, que me interroga hasta el hartazgo.
5 fotos y una obsesión que me libera de pensar en otras cosas, focalización subalterna para olvidarme lo necesario que se ha vuelto depender de la mirada de otro al menos desde el lugar de la conquista.
Evidentemente no te conozco y por eso puedo crearte a mi antojo.
Evito ver la realidad y te modelo como eso que me motiva, lo desconocido, lo arcaico y fundamental.
Tal vez porque te convertís en la prueba de que mis dependencias teóricas psicoanalíticas subyacen en mi construcción subjetiva, ahora puedo decir que me pasa eso que defiendo incansablemente, gracias a tus 5 fotos, un par de miradas disimuladas, dos o tres palabras cruzadas y unas preguntas sin respuesta recordable.
Ahí estás, y yo pendiente de que aparezcas en persona para que dejemos la virtualidad a un lado.
Sin embargo, ahí no-estas. No puedo ser ingenua y creer realmente que sos aquello que prefiguré,qué se yo quién sos.
La realidad no me asusta porque me he creado defensas demasiado altas, que ayudan a que por momentos olvide de registrarte como Otro desconocido y te analice desde mis preceptos. Pero no te conozco, qué se yo quien sos.
Debería preguntarte, debería tantas cosas.
Podría dejar de escribir en el encierro vagabundo de mis 4 paredes pintadas y buscar ver más que esas 5 fotos.
Siendo desconocida e inaccesible, pero a la vez tan superficialmente visible y potencialmente encontrable te has vuelto en el espejo perfecto para verme sin ver, para analizarme desde un lugar que me descoloca y me posiciona en alternativas contradictorias

Fascinante independencia

Quizas duerme,
Siente el ahogo que reclama a la soledad cuando las paredes se acercan movedizas e invasivas.
La soledad es aquella sensación que no aguanta la débil figura del que danza sutilmente en las arenas de la sin razón. Esa que sólo encubre los momentos desesperantes, con el artificial nombre de independencia.
Porque la muy guacha aparece. Simple careta de libertad que solo tapa la cara al dejar libres a los pies.
Muchos no la aguantan, sin embargo la pseudo-valiente fierecilla sin rey la desafía constantemente.
No sin caer, sería el camino fácil. Sigue cayendo y zapateando entre las piedras que se empecinan en saltar a su encuentro como obstáculos burlones.
Esa soledad que tanto interroga y molesta, cuestiona los estandartes inadecuados para este mundo con mentiras, disfraces  e ironías. Que difícil esperar que de ella emerjan los pensamientos claros y pertinentes. Como enloquece la soledad a la maquinita…
Ella está sentada, nunca esperó pero espera.
Ella está pendiente, como cayendo lentamente.
Irresuelta. Revuelta.
Ella está presente, ante su ausencia descarada.
Crea un mundo inofensivo donde menearse libremente. Pero un día, ese mundo aparentemente seguro se le viene encima, esas paredes empiezan a acercarse.
Ahora se ahoga.
Quiere gritar, pero nadie escucha.
Grita, es inútil.
Siente que se perdió algunos capítulos de la novela, tal vez tendría que dejar de verse envuelta en una  novela.
Sigue sumando ejemplos a sus experiencias que la llenan de desconcierto social dejándola en un vacio severo, torturante…
Despierta.

Manía

Miente, y su cuerpo lo resiente.
Miente, con el arte lo recubre.
Artimañas.
Se le ha vuelto una manía.
Una mentira encubre a otra, ya no distingue los destinatarios. Engulle verdades, vomita pretextos.
El texto de su vida, se le ha vuelto una manía.
Si lo escribiera con la elocuencia y brillantez que lo narra, con la energía que lo transita, con la adrenalina que le recubre ese cuerpo rehén.
Rehenes también los que la rodean porque quedan atrapados en su gracia.
Más aún, cuando cae la caparazón, ese día que elije no hacerlo, la mentira la asecha, le insiste, la tienta.
Le provoca adicción, siente abstinencia. Se le ha vuelto una manía.
Pide, ruega, suplica que le sigamos el juego, que la dejemos mentir y nos tapemos los ojos.
Llora.
Promete no volver a hacerlo. Lo intenta.
Veo su intención y eso me basta.
Le creo aunque me mienta. No me importa.
Prefiero vivir ingenua, prefiero quemar mis manos en el fuego.
Prefiero confiar. Se me ha vuelto una manía.
Ella un dia, confía.
Se entrega. Abre su mundo, verdades y miserias.
No me gustan, pero las elijo, sus verdades son ella.
Que le mienta a los cobardes!
Que le mienta a los mediocres!
Que le mienta a los hipócritas!
Yo la juzgo y en el juicio sale ganando.
Me gana con su gracia, me gana con su interés y sus detalles.
Me gana el corazón, porque barato y enamoradizo ella lo valora.
Me gana amiga.
Se me ha vuelto una manía.

Buscando la trampa del león


Buscando la trampa del león
Inesperadamente se convierte en león aquella figura que hacía transitar la excitante sensación densa que provoca la curiosidad de la sílfide.
Rayas, círculos, ideas, remolinos...
Él transmuta en ello que me hace quedar perpleja.

Se demuestra león.

Sílfide agazapada.
Comienza el desconcierto, responsable, culpógeno. Desconcierto que en un juicio sería doloso, porque ya no es ingenuo.
Una sabe que cuando se le presenta un león está perdida. Cautiva.

Indomables por complejos.
Incomprensibles por cerrados.
Leones tranquilos que seleccionan batallas entre coyunturas minadas de emergencias que sólo ve su sílfide encaprichada.
Leones pensativos que no negocian ni aprenden, filosofan incesantemente en sus libres arenas utópicas.
Allí, en ese encierro relajante de su soledad elegida.

De alguna manera, la sílfide despliega su arrogante estrategia. Lo conquista. Llama su atención fortuita. Con una sonrisa, sus razonamientos y un imparable arroyo de palabras que son melodía invasiva.
De todas las maneras posibles, el león la atrapa. Siempre con los mismos artilugios.
Su mirada, su cautela, sus silencios, sus aciertos y sobretodo, esa ausencia de filtro que vuelve a provocar a la curiosa sílfide que cae una y otra vez.

No se esconde, es manifiestamente león. Ella lo intenta, pero él la descubre sin quererlo. Es agua cristalina que al beberla provoca borrachera. Con el primer sorbo, se vuelve necesario el segundo.
Sílfide eficiente.
Sin embargo, él se reprocha haber caído en el resplandor de sus respiros. Sólo necesita ser ella, liberando imanes químicos para su león que se acerca, ya se pertenecen.

Él es más sereno, precavido y temeroso, se aleja convencido de que los destellos no lo tocan en la distancia.
Acierta.
Vive sus días tranquilo, sabiendo que ella existe. Eso le basta.
Sigue caminos de sombras porque el fuego está en ella. Elije no tenerla. Se queda en su pequeño mundo donde domina. Con ella se pierde, con ella, él también es agua cristalina.

La sílfide se exige inútilmente no caer cuando ya está en el abismo de sus garras, silencios y miradas.
Profundidad y descenso. Naturaleza y mente.
Sílfide, altiva y sagaz solo es espuma. Es imagen y aventura. Acelerada. Perspicaz.
Sus comportamientos fluctúan entre observación, conflicto y análisis. Pero ella también vive a oscuras. Entre laberintos inentendibles.

El león la mira, la desea, pero no puede acercarse decididamente. No logra ser etéreo como ella.
Él es naturaleza y ella mente.
Ella vivencia en su presencia la irracionalidad, a él lo tiraniza el vestigio de su llamado.
No tenía que existir, no es el momento.

La sílfide desespera. 
El león, retrocede.

Cigarrillo

Llegando a destino apareció tu imagen, por una de esas asociaciones que tiene una cabeza que nunca para. Tu imagen al tomar un cigarrillo.

Pensé en ese momento cuan diferente era a la del resto. Al instante me pregunté qué será “el resto”, quienes estarán?, los no-vos?, que estaré sumando? O en todo caso restando…nunca me llevé bien con la aritmética.
Volviendo.

Agarrás el cigarrillo con el dedo de al lado del chiquito y lo sostenés con el pulgar para llevártelo a la boca con una mirada profunda hacia los ojos de la persona en que estás interesado en ese instante. Por lo menos me gusta recordarte en esa actitud como en una secuencia de fotos, clavándome tus ojos que intentan mirar más allá, como cuando me siento sola a mirar el mar buscando respuestas, pero sobre todo preguntas.

No es que siempre tomes el cigarrillo igual, es más creo que es específicamente en esos momentos especiales donde se enciende la curiosidad. Pero no lo sé, no tengo un registro claro y certero, no tuve tiempo de abrir mi imaginario cuadernito mental de gestos ajenos a analizar.
Esta conducta, por lo general se lleva mis divagues. Él tenía una forma súper especial de fumar. ¡Como me gustaba! Podíamos estar peleados, espacialmente lejos o simplemente embroncada porque siempre me dejaba sola pero Él encendía ese negro aceitunado, de esa particular manera, siempre igual y yo me derretía. Sus ojos entre el humo, esos dedos largos tomando al cigarrillo casi como si le diera el lugar de preferencia, el lugar del placer, el lugar que yo quería ocupar. Él un día dejó de fumar y yo un día tuve que dejarlo. Tal vez dejé de amarlo pero aún espero que se apague mi mirada admirada y mi sonrisa sonrojada al verlo. Quizás un día suceda. Triste realidad.
Pero volviendo al Otro tomador extraño de cigarrillos. Por ahora, sólo tengo algunas secuencias de imágenes y la que más me provoca es esa que consiste en: agarra el paquete con la derecha, me mira y lo golpea del lado cerrado contra su mano izquierda…Siempre la derecha golpeando con su lado más cerrado y conservador a la izquierda…

Volviendo.

Sale un cigarrillo, lo toma con la izquierda y se lo pasa a la otra para mecerlo entre sus dedos hasta llegar al ¿anular?...Agarra el encendedor y mientras me mira intercaladamente entre el fuego, lo enciende… dando una seca, petrifica sus verdes ojos en los míos mientras balbuceo incoherencias disfrazadas de grandes ideas.
Ya hace rato que no sé lo que digo, estoy detenida en el tiempo examinando la secuencia de su exclusiva manera de intervalar humo y miradas entre sus manos.
Ya hace rato se me viene a la mente la canción de Sabina; si me dan a elegir quisiera ser cigarrillo en tu boca y que seas arañazo en mi espalda.

Cuando se impone el cuerpo

Y de repente, aparece el freno.
No es que uno ande por la vida como sin rumbo, solo que ese rumbo es manía.
Destino forjado en el hacer, reflexionar, seguir actuando.
Pero un día, no da para más.
El frenar se impone como grito de auxilio de un cuerpo preso y sometido a una mente caótica, víctima y victimaria de esta violencia.
Ese es el día en que la realidad emerge y te caga a trompadas.
La forra podría darte una cachetada, pero no.
Parece ser que, como algunos nos empeñamos en desoírla y caminar entre utopías desarraigadas, cuando le dejamos un lugarcito…pum…trompada en el estómago.
Bronca, mezcla abrumadora de sentimientos. Ira, desconcierto, depresión, deseos de evitación, todos me aparecen hoy.
Esos que ayer nos hicieron sentarnos a disfrutar de los placeres más gustosos, entre risas imparables que revestían nuestros miedos con historias verdaderas incrustadas en una coyuntura digna de la repulsión. Por momentos, el silencio aparecía amenazando con imponerse, dictaminado la llegada del momento de hacerse cargo.
No le hicimos caso, aunque en miradas y pequeñas charlas (que en otras circunstancias hubieran sido destinatarias del famoso “secretos en reunión…” pero ayer fueron aceptadas y respetadas porque nadie podía hacer otra cosa), se deslizaban las conciencias que nos hacían temer.
Y ya nos dieron varias trompadas, con moretones, marcas y heridas que dejan huellas en lo más profundo continuamos andando descalzos para sentir más aún, otra vez seguiremos en esta vía fortaleciéndonos de las desventuras y regocijándonos en las aventuras.

Motivo de consulta

Pagando el precio de una existencia contraída entre sumisión y rebeldía.
Temiendo las consecuencias, ansiando el resultado
Me someto angustiada a arrodillarme sólo por hirientes comodidades burguesas que enturbian mis deseos con golosinas
Mis dientes ulcerados ya no muerden ni marcan como antes.
Ahí voy. Naufragando por aguas que ahogan, asfixian y  paralizan.
Soy responsable por sostener las manos tibias.
No pertenezco ni a unos ni a los otros, sólo extraños a analizar para comprenderlos a la vez que me alejo de ellos cada día más.
Muda. Mueca. Vacante

Energía

Energía,
tantas veces vino a mi su imágen, sus palabras.
El llanto y por supuesto esa necesidad de sentirse comprendida.
Ella decía y yo entendía. Me miraba y transpasaba los límites de las leyes de la física depositando en mí sus miedos y alegrías.
Pasó el tiempo y creo que necesité alejarme.
Aún no estaba preparada para hacerme cargo de lo que tenía en mí refugiado, aquello tan difícil de esconder con su cercanía.
Su energía volvió a materializarse,
escuché su voz y no pude contener en mi boca su nombre.
Lo grité delante de un público inapropiado.
Desubicada.
Pero ella respondió igual.
Gritó sonriente y los demás desaparecieron unos instantes.
Abrazos y miradas cómplices entre palabras claves.
Cómo será esta vez, no lo se.
Trataré de ir sorprendiéndome al andar.
Su energía sigue traspasándome.
Cinco años después.

Amiga de los sobres

Busca sobres
Insiste
Sobreadaptada
O podría decir que se adaptó a un sobre y es él quien la posisionó en ese encierro.
Ahora sale, con sus sobres en la cartera.
Cuando el exterior se vuelve intrusivo, saca un sobre y se mete en él.
Por suerte, hoy tiene mas diversificado sus tipos de sobres (rojo, león, rosa, flores, azul...)
Niña adaptada, adulta niña. Niña adulta.
Adulta que juega.
Insulto para lo que han abandonado la risa.
Ella juega, habla, dictamina.
Pero discierne entre realidad y ruido.
Algunos no la comprenden y toman por cierto su ruido.
Ese que sólo la disimula.
Otros la leen, focalizando su atención, dispersando el ruido.
A ellos los ama incondicionalmente, a los otros también.
Insiste en que la quieran.
Así como es, amiga por demás.
Yo la elijo en su locura. Comparto su locura.
Insisto también.
Comprendo su mundo, le saco sonrisas y carcajadas que a veces llegan al llanto.
Ese que aparece cuando se queda sin sobres.
Sus sobres son injustos con ella.
Amiga de los sobres, es mas buena que su amiga.
Podría reflejar sus daños, pues son solo autoagresiones.
Amiga de lo sobres, cuanto mal te han amado.
Amiga de los sobres, incansablemente seguiré siendo tu amiga.

Detenida

Enredaderas que invaden el cuerpo con sabia agria y espinosas flores.
Las espinas tienen por función proteger su delicado interior.
Frágil, vulnerable.
Huesos, piel, carne y sangre, todos tomados por auqella sensación que la perturba.
Ya no baila.
Las enredaderas la aquietan.
El veneno que la recorre ha teñido su luz.
Envidia a los que bailan.
Su danza errada es evidencia del temor que la detiene.
Ya no baila, pero desea volver a sentir esa electricidad de la que habla Billy.
Es cuestión de volver a sambullirse, es necesario para sus pies.
Es deseo para su alma, alimento preciso para la mente.
Ya no baila, pero lo hará.

...

Es pasado.
Aquel que me constituye pero que ya no quiero.
Representación idiota de andanzas y sombras.
Tu pié en mi cabeza.
Hirientes palabras acompañadas de exigencias, reclamos de espejo y altavoces de rebeldía.
No hay más eco.

Hoy tal vez ya no la elijo,
negativa a sostener una vida en el mundo de la imaginación perversa
para aventurarme al de las acciones equívocas, ilógicas.
Correspondientes al deseo sin sentido aparente.
Adolescente me reclamás.
Adulterada recepción.
Mentiras que me recubren para continuar siendo respuesta.
A vos, a mi pasado.

En reproches irónicos me permito ser quien no soy,
mientras dejo que construyas con mis palabras cárceles de miedos, prejuicios.
Sociedades.
Tu vida es mas paciente a la queja.
Depositando en otros las razones de tus daños.
Ya no elijo a esos otros, ya me despojé de mis fuentes de excusas.

Escrutando en mi pasado, te encuentro igual.
Sin cambios permanecés en el caldo tibio de las verduras que te disgustan
pero ya te acostumbraste.
Cuando te las trituran, las tragás sin respirar.
Te mantenés alimentada.

Me enseñaste tantas cosas.
Te quise tanto.
Eras mi persona favorita.
Pero te convertiste en la cucharada mas densa para tragar.
Intentos infructuosos, sólo resultaban reproches.
Que dificil ser eso que siempre quisiste ser y que tu entorno te reclame diferente.

Hay días en que te extraño.
Tu sostenida máquina de hacer preguntas
interrogantes para proteger el goce.
Me adherí a tus miedos.
Alumbré tus deseos.

Preferiste la sombra.

Ring...Hola, si? Hola, llegó su gato

Dicen que a curiosidad mata al gato.
Creo que la curiosidad le hace la vida mas entretenida, mas amplia, mas profunda.
Dicen que hay que probar para saber.
Creo que uno sabe, pero no prueba para resguardarse.
Dicen que la curiosidad mata al gato.
Creo que la curiosidad la llevó a hacerse cargo de probar.

Por qué se muere el gato? Epistemofilia.
Saber, el deseo de conocer.
El deseo desarraigado de inmiscuirse en aquello desconocido pero tan cercano.
La proximidad de lo prohibitivo se le vino encima.
Tantas veces se lo preguntaron, ella nunca se lo interrogó.
Tanta imagen determinista, ella siempre lo desconoció.

Yo no.
Yo no, no digo nunca..pero la verdad, no.
Yo no, por ahora no.
Yo no, hoy no, pero uno nunca sabe.
Yo no, pero tal vez me gustaría saber.
Yo no, pero....
Yo, quiero saber.”

Ahí está...la epistemofilia.
Una de las mas lindas.

Y ahi estaba yo, con mis pupilas dilatadas. Con mi desafiante y risueño deseo.
Invitandola tranquila, segura de que “ella no”.
Lo que no sabía era que sus barreras se encontraban retraidas.
Ella tampoco lo sabía, pero las barreras de su mente se estaban por ir de viaje.
Hacían los trámites cada vez mas burocratizados, pero de todas maneras intentaban emprender el camino.
Sacaron el pasaje.
Fue a la terminal, no sabia si irse o no.
Tenia el pasaje disponible, abierto.

Luego, una tarde, fue a la mesita de luz a buscar no sabe todavía qué y vió a su pasaje ahi, esperandola.
Fue entonces cuando lo agarró y se lo puso en el bolsillo.
Pensó que no iba a hacer uso de él, pero llamó a un alma amiga y le pidió que la acompañe.
Iba a ver si viajaba a la noche.
Aunque no estaba decidida, clandestinamente se preparó para ello. Sus barreras le habían jugado una trampa.

Qué me pongo? Qué me saco?
Se sacó unos centimetros de pelo y con ellos las barreras comenzaron su viaje.

Llegó su gato.