lunes

Engulle pretextos

Con la mirada perdida, busca.
Miedos que la encierran dentro de sábanas mortificantes, suavidad que cobija a esta niña temerosa, irresponsable, satírica.

Duerme para liberar a sus fantasmas dentro del marco deforme que le brindan los sueños.
Allí el tiempo no existe, se condensan fantásticas turbas y populares medicinas.
Duerme para que pasen las horas, así no da cuenta de su vida que también pasa.
Ya sus planes han dado resultados.

Los árboles plantados con esfuerzo, regados con agua dulce y salada, florecieron.
No le alcanza y lo sabía.
Nunca algo iba a bastarle.
Cuántas frutas debería esperar que caigan, arrancar de las ramas a la fuerza o quitar en el preciso momento de su morado dulzor para llenar vacíos.
Esos que repelen el esplendor, se sienten incómodos al recibir en sus huecos el sabor del regocijo.

Se resiste, los niega, los pierde lentamente.

Repite día a día sus mañas, no deja inmiscuir al deseo. Pero cuando toca la puerta para que vea mas allá los grandes y maquillados revestimientos de los ojos le juegan trampas.
Caen pesados para dormirla.

La luz la tienta, se levanta. Entre tientos se prepara algo para comer.
Engulle pretextos.
Activa su cuerpo para que la obligue a dormir otra vez.

Entre espacios delimitados cuenta las horas para volver a las quimeras, se escapa.
Cuando está despierta, en los pocos momentos que exceden la rutina intenta zafar, intenta crear, intenta avanzar, intenta bailar.
No le alcanza y lo sabe.

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