lunes

24 semáforos en rojo

Todos los semáforos, rojo.
No suelo tomar taxis pero a veces lo hago, sufro cada ficha.
Cada vez que se pasa de un valor a otro pienso que es demasiado gasto para la comodidad y encima el rojo me avisa otra vez que el exterior me detiene, no controlo el tiempo.
Esta vez fueron todos, todos los semáforos en rojo.

Cuantas paradas inesperadas deberé aceptar para llegar al lugar que quiero.
Por eso camino.
Si me frenan, cruzo, sigo…
Tengo la ilusa idea de que así controlo el tiempo, que lo exterior tiene menos influencia en mí.

Detenida en mil esquinas pienso cuánto tarda en bajar la luz.
Repito la secuencia una y otra vez. El hombrecito blanco perpendicular a mi detención se convierte en tintineante, luego pasa a ser rojo.
Al instante la primera luz baja. Arrancá! Robale unos segundos al tiempo invasivo.
Ya está en luz verde.

La atención a la secuencia es un engaño a la espera.
Podría hacer algo más divertido, más placentero pero no puedo escapar.
Converso sobre las diferentes paradas que te propone la vida para llegar y lo interesante que es vivirlas en lugar de evitarlas.
Al tachero no le interesa, sólo quiere irse a tomar merca y me lo dice.

Es inútil, aparecen.
En algunos recorridos, pasa como en el viaje de ayer.
Veinticuatro semáforos en rojo.
El hombrecito empieza a latir.

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