lunes

Grieta

Lee en otro idioma, ajusta sus explicaciones
Comprendo su idioma pero ya no lo hablo.
Para mí es lenguaje sepultado, forma parte, está en mi carne.
En mi crianza.
Lo neutralicé pero porto con él.

Esa lengua tiene pocas palabras, ella las repite, arma miles de rompecabezas.
Se daña, se desilusiona.
Sus fuertes entrañas han soportado el capricho social.
En su débil decisión se contuvo su andar.

Le reclama a unos y a otros.
Critica. Marca. Demarca. Enmarca.
Usa ropa de marca.
Lleva una cruz, dos, cinco, veinticuatro cruces.

Se corrompe.
Rompe las llamadas del deseo, lo calla, le miente.
En cada paso que da se sumerge aún más. Ya la salida carga con vidas parasitarias.
Se alimentan de ella y ella de sus parásitos adquiere el pretexto.
¡Tengo parásitos! Dice.
Así lo siente.

¿Quién soy yo para dejar caer mis juicios en ella? ¿Quién soy yo para mirarla?
¿Cuántos escalones he transitado para conseguir uno de ellos?
Llena casilleros y en su emprendimiento es exitosa. Los llena todos.
Triste grieta que veo en sus ojos amarillos.
Ya no es la anemia, ni la fobia ni su pánico.
Ya no es su blonda estampilla, ni su vista diezmada.
Triste grieta la partió a la mitad.
Carga con ellos y con su sapo.
Se abre caminos entre múltiples berrinches que todavía muestra para recordarse viva.
Toda esa vida que tendría si se amina. Quiero creer que puede.

Dice admirar mis formas, me lleno de exigencias cuando le creo.
Dice vapulearme también, me lleno de culpas cuando le creo.
Palabras vueltas drogas, calmantes ficticios.
Es una mierda su vida, me confiesa y al instante se reafirma confinándose al decir que no puede pedir más, que esto es la felicidad vuelta realidad.
Drogas.
Me quedo en el “no puedo pedir más” y la pincho.
Tridente básico: ¿Y si pudieras, qué pedirías?
-          No puedo, por eso no me lo pregunto.

Vida resignada.
Amarillos sus ojos, me piden clemencia.
Se la doy. No tengo parásitos
Quizás para mí no lo serían.

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